¿Pueden las palabras salvarnos del cambio climático?

La terminología relacionada al cambio climático es muy específica a veces, especialmente cuando es usada por expertos en la materia. Sin embargo, gracias a escándalos político-mediáticos y medios de comunicación, ha llegado a nuestra conversación diaria. Nuestro mundo está cambiando, arrastrando consecuencias como evidencia de algo que muchos científicos dicen que causamos nosotros mismos. Es nuestra responsabilidad crear un mundo sustentable, y el lenguaje que usemos es  importante, particularmente para formar a las generaciones futuras.

¿Puede el lenguaje con el que crecemos determinar cuán comprometidos estamos para combatir el cambio climático? ¿Depende de nuestra nacionalidad qué tanto percibimos lo que muchos científicos llaman “una de las más grandes amenazas a nuestro modo de vida”? Con un cambio climático llamando a nuestra la puerta. ¿podría redefinir nuestro lenguaje salvar el día?

Cuestión de tiempos

Es extraño atribuirle conciencia medioambiental al tiempo verbal que usamos. Lo sabemos. Pero los estudios sugieren que hay una diferencia entre los hablantes de idiomas con tiempos verbales futuros y los que no. Idiomas como el finés y el alemán no usan un tiempo verbal futuro para hablar de algo que pasará. Entonces, hablan en el presente y agregan un marcador de futuro: por ejemplo, vamos al cine mañana en vez de mañana iremos al cine (notar que ambas son correctas en español).

Idiomas con tiempos verbales futuros, como el inglés y el francés, necesitan un forma específica para referirse al futuro. El inglés agrega el marcador will, usa el presente contínuo para cosas planificadas o usa el going to (iré). El francés, por otro lado, usa varias conjugaciones dependiendo del pronombre, similar al español.

¿Diferencia de timing?

Mavisakalyan et. al publicaron una investigación en el Journal of  Comparative Economics donde teorizaron que aquellos que hablan idiomas de tiempos verbales presentes tienden a tener más conciencia medioambiental que aquellos que usan tiempos verbales futuros. Su investigación sugiere una dramática diferencia en el interés del 20% entre ambos grupos. La diferencia se agranda al 24% entre ambos al momento de pagar mayores impuestos relacionados a la protección del medioambiente. Esto demuestra una correlación entre política y protección del medioambiente: gobiernos de países que usan idiomas con tiempos verbales presentes generalmente tienen políticas medioambientales mucho más estrictas que lo que usan tiempos futuros.

Perdiendo el tiempo

¿Cómo es que estas diferencias lingüísticas afectan al cambio climático? Resulta que esos idiomas pueden acercarnos al futuro. Es decir, al hablar del futuro como algo que está pasando ahora puede que nos ayuden a cambiar el nivel de importancia que le damos al cambio climático. En vez de ser algo hipotético o distante en el futuro, el hecho de que esté pasando ahora mismo nos puede forzar a querer actuar ahora. Al hacer el futuro tangible, también lo hace más urgente.

Alineado con esto, traer la realidad del cambio climático al presente elimina la sensación de que es algo con lo que la próxima generación tendrá que lidiar. Asimilar las consecuencias o adoptar nuevos comportamientos son una inversión de tiempo. Y si el idioma en el que hablamos habla de ese tiempo como algo que debe hacerse ahora, entonces el impacto de cualquier cambio puede ser más real e inmediato.

Palabras importantes

Entonces, ¿la respuesta es juntar la mejor parte de la lingüística con decisiones para combatir el cambio climático? ¿Deberíamos todos empezar a hablar finés, un lenguaje que pone el futuro en el ahora, al menos idiomáticamente, y cuyo país tiene una de las políticas medioambientales más estrictas?

Aprender un idioma nuevo para ayudar a combatir el cambio climático no es necesariamente lo más práctico o rápido. Sin embargo, sí sería una ayuda tomar conciencia sobre la forma en la que hablamos hoy en día. Dicho eso, frases alarmistas como “eventos climáticos extremos” o “reducción de las emisiones de carbono” no han sido de gran ayuda al momento de detener nuestro comportamiento destructivo para con el medioambiente, por más que ambas tengan un gran impacto en nuestro día a día.

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Quienes diseñan políticas a seguir están tratando de guiarnos a pensar más en verde. Sin embargo, no lo hacen con discusiones idiomáticas sino con amenazas financieras u otorgando cargadores para los usuarios de autos eléctricos, como hacen en el Reino Unido. Este tipo de conversación probablemente y lamentablemente no sea tan efectiva en erradicar problemas de fondo.

El cambio climático es un tema importante que genera muchas preguntas a las que no hay respuestas fáciles. Pero si el citado estudio demuestra una relación entre la lingüística y la responsabilidad medioambiental, entonces tal vez quienes nos representan en las charlas sobre cambio climático a nivel internacional podrían hacer uno o dos cursos de idiomas. Y si todo falla, aprender un idioma con más conciencia medioambiental puede no ser tan drástico como suena.

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