La noción de que vivimos en un mundo pequeño es sólo eso, una noción. Y es una que difiere enormemente de un lugar a otro. Obviamente, la tecnología moderna ha achicado las distancias. A través de herramientas como Google Earth podemos visitar cualquier esquina de cualquier pueblo de cualquier país. En cualquier momento. Vemos videos de celebraciones que alguna vez eran desconocidas o hasta prohibidas para personas ajenas a una comunidad. Podemos tener “amigos” en cualquier lugar del globo y hablar con ellos a través de aplicaciones de traducción, haciéndonos sentir más cercanos. Sin embargo, cuando sales a explorar el mundo real, puede que notes que eres un extranjero en tierras extrañas.

En algunas culturas “políticamente correctas” se ve con desdén el llamar a las personas como un “otro”, un “extraño” o un “extranjero”. Identificar la nacionalidad, cultura o identidad de género de las personas es un tema sensible. Hacer un correcto uso de esa identidad es casi una muestra de respeto. Sin embargo, este no es el caso en todas partes. Pero en países con sociedades más homogéneas y menos multiculturales, las personas pueden usar palabras que subrayan la “otredad” de las personas.

Otredad

Históricamente, designar al otro como tal se remonta a los primeros días en la era del descubrimiento cuando los contactos entre distintas culturas comenzaron a hacerse frecuente. Cuando Cristóbal Colón conoció a su primeros arawak y él los llamó “indios”, se había equivocado por unos cuantos miles de kilómetros. Muchas de las historias que conocemos sobre primeros contactos son de europeos llegando a otras tierras.

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Mucha de las sociedades fuera de Europa en ese tiempo creían que eran los únicos en el mundo. Por ejemplo, “inuit” significa “la gente” y los hawaianos se llaman a sí mismo “Kanaka Maoli” o “gente original”. Entonces, cuando se toparon con hombres blancos flotando frente a sus costas, creyeron que eran espíritus o emisarios de los dioses que habían surcado los mares. En suajili, la palabra “caucásico” es “mzungu”, que significa espíritu o fantasma. En Fiji, la palabra utilizada era “Ka Valagi”, significando “del cielo”. Desde el punto de vista europeo, los nativos vistos por primera vez eran descritos como salvajes y eso era todo.

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“El extraño, si no es comerciante, es enemigo” dice un antiguo proverbio inglés. Esto era generalmente cierto en la mayoría del mundo, y las palabras usadas para denominar a los extranjeros son un claro reflejo. En árabe es “anjabi”: una persona que has de evitar, un bárbaro o un extraño del oeste. En México, una de las teorías sobre el origen de la palabra “gringo” dice que deriva de una palabra del castellano antiguo para designar a un griego. Sin embargo, pero en realidad refiere a alguien que dice cosas sin sentido.

Las palabras para extranjero en Japón, China y Corea tienen relación directa entre ellos. Y todos se refieren a una “persona externa”. En coreano, la palabra es “waygookin”, que puede hasta ser el origen del término slang en inglés “gook” para referirse a los asiáticos en general. Por otro lado, en China, “wei guo ren” se refiere a alguien de otro país pero “yanguize” o “diablo extranjero” también se usa con frecuencia. En Japón, “gaijin” u “otra persona” es tan usado que suele estar escrito en carteles que ponen que los extranjeros deben ser acompañados por japoneses para poder entrar.

Hablando francamente

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En toda Asia, Medio Oriente y hasta en partes de África, se suelen usar derivaciones de la palabra “farang” para hablar de los extranjeros. “Farang” en Tailandia, “barang” en Camboya, “firringhi” en India, “ferangi” en Irán y en Etiopía se usa en menor medida. Hasta en el pasado se llegó a usar en la costa mediterránea de Europa. La palabra viene de “francos”, una tribu germánica que una vez controló Europa Central y de la cual proviene la palabra “francés”. Se expandió en el siglo XII durante las cruzadas, cuando los europeos dejaron atrás destrucción y muerte en el Medio Oriente, Sudeste Asiático y Noroeste Africano. Todo hecho en nombre de Dios. Para quienes lo sufrieron, “franco” era cualquier europeo.

Ser un extranjero en una tierra extraña es ser un “otro” que existe fuera de una cultura y, generalmente, fuera de un idioma. El sentido de que un extranjero es intrínsecamente peligroso, enfermo o malo en general tal vez no aplique más hoy en día. Pero si palabras como estas siguen existiendo, no viviremos nunca en un mundo realmente pequeño.

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